Ocurre, algunas veces, que no logras discernir entre la victoria y la derrota. Con demasiada frecuencia las victorias se cuentan por trofeos y medallas, y las derrotas, precisamente por la ausencia de ellas. El reconocimiento es un honor reservado siempre para los ganadores, y sólo ocasionalmente para los perdedores.
Cuando uno sale derrotado del campo de juego, su único sentimiento es el de la pérdida. Pero cuando es capaz, ya en frío, de ver más allá del terrible marcador, precisamente en ese instante es cuando uno no es capaz de discernir claramente entre la victoria y la derrota.
Esta sensación confusa, a la vez que reconfortante, es la que se ha apoderado de mí tras disputar el Torneo Nacional S18 con el equipo «B» del Club de Rugby Sant Cugat, celebrado, junto al Campeonato de España de la misma categoría, este pasado 5 y 6 de mayo entre Sant Cugat, Sant Boi y Cornellà.
Asociamos frecuentemente la palabra «ganar», únicamente a la superación en número del marcador rival. Ganar es el resultado de haber jugado mejor que el contrincante, haber podido anotar más puntos, en los mismos minutos de juego y en las mismas condiciones que el rival. Ganar, sin embargo, a veces resulta en la conquista de unas metas y unos objetivos que recaen sobre diversos aspectos, disciplinas y ámbitos que forman parte del juego, tan o más importantes que la victoria en sí sobre el marcador.
Reconozco que esta perspectiva se hace sumamente difícil de visualizar para un jugador cuando las lágrimas, surgidas del agotamiento, la rabia y la derrota, le asaltan nada más sonar el pitido final, y busca auxilio en la entereza de su entrenador sin saber que, esas mismas lágrimas son las que hacen trastabillar también sus propias convicciones de técnico-formador.
Hoy puedo reconocer, con total solemnidad, que estos jugadores y este equipo han ganado.
Han ganado porque han sabido superar todas las dificultades que, con frecuencia, padecen los equipos «B» en todos los deportes. Han ganado porque han sido capaces de luchar incansablemente hasta el último minuto y crecer como personas, como jugadores y como equipo. Han ganado porque, aún siendo conscientes de sus limitaciones, han intentado siempre superarse. Han ganado porque su ambición no tiene límites, porque nunca se dieron por vencidos, incluso cuando se enfrentaron a rivales mucho más grandes, preparados y potentes que ellos. Han ganado porque siempre han tenido la predisposición para aprender; porque se han ganado a pulso el reconocimiento de todos pese a no haber ganado nada: ni medallas ni trofeos. Han ganado porque hoy son mejores que ayer y porque han sido capaces de aprovechar cada minuto de un momento irrepetible de sus vidas. Han ganado, en fin, porque nunca le han temido a la derrota, sino al no querer ganar.
08/05/2018
Fede Gómez